28.3.10

[1/6] Tequisquiapan: entre quesos y vinos

Algunos dirían que es típico que me encuentre entre vinos, otros incluso que los quesos no están tan lejos de mi corazón. Lo atípico, no hay duda, es que todo esto ocurra en tierras queretanas y no en mi cueva y lugares típicos en lo que yo llamo hogar: el sur del Distrito Federal. Tienen razón, es atípico, pero vayan acostumbrándose pues he descubierto un nuevo yo, uno al que le gusta viajar y hacer las cosas de siempre, en los lugares y momentos más inesperados.

En esta ocasión, la aventura de quesos y vinos o el ‘Querétaro vínico’, como ellos mismos le llaman, ocurrió con la grata compañía de las blancas Fer y Nuri, ni más ni menos en el fin de semana que marca el inicio de la semana santa (28 de marzo). La fecha es aún más rara que la compañía o el lugar: por muchos, muchos años, he sido ferviente promotor de “disfrutar” la Ciudad, mientras que la gente sale de ella en busca de playa y sol. Lo triste es que, en años recientes, el Distrito se siente tan feo o más durante la semana santa, que durante cualquier otra.

La Huasteca (o no)

Así, en esta ocasión decidimos hacer algo durante las vacaciones de semana santa. La opción inicial era visitar la Huasteca Potosina, principalmente Xilitla. Por desgracia, decidimos esto demasiado tarde y cuando recibimos confirmación de los amigos que nos acompañarían e intentamos hacer reservaciones, todo lleno. Ninguno en el grupo sabía que San Luis Potosí es sede de un evento de corte religioso, en todo el estado, llamado la ‘procesión del silencio’ y en la que participan personas de toda la república, así que nada que hacer.

¿Qué tal Querétaro?

Todos hemos ido en algún momento u otro, hemos pasado muchas veces en nuestro camino a otros lugares, suena interesante y seguro no estará tan lleno como San Luis Potosí o las playas comunes. Nos referíamos a Querétaro, por supuesto. Así que iniciamos la planificación exprés y este es el primer relato en nuestras aventuras queretanas.

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La aventura tendrá varios puntos centrales: Tequisquiapan, Santiago de Querétaro y Jalpan. Los primeros cuatro días los pasamos en Tequis, con los amigos de Nuri: Fina y Jesús, que junto con sus hijos Isabel y Galo, abrieron las puertas de su bella casa en el Club de Golf y nos hicieron víctimas de una hospitalidad inusitada y siempre bienvenida. Desde esperarnos en un restaurante a la entrada del pueblo para comer cabrito y evitar que nos perdiéramos, además de las constantes sonrisas, café y plática agradable. Por cierto, el cabrito estuvo delicioso.

Puebleando en Tequis

El primer día o, mejor dicho, la primer noche, el mismo sábado que llegamos a Tequis fuimos al centro a caminar, conocer la iglesia, la plaza central, la oficina de turismo, la invitación al recorrido de leyendas (al cual decidimos no asistir, pues es una moda que si bien te muestra parte de la arquitectura de los pueblos de México, está un poco sobre-valuada y no es tan interesante) y obtuvimos diversos folletos y guías para visitar cosas en los alrededores y poder planificar nuestros siguientes días.

Terminamos tomando una botella de vino y quesos mexicanos, el primero de Freixenet un vino tinto tranquilo Gran Reserva muy decente y los segundos una mezcla de quesos VAI, todo hecho en Querétaro. Todo esto en el Freixenet Wine Bar, que además de buen servicio y un ambiente agradable, está en un callejón a unos metros de la plaza central, muy coqueto.
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Enoturismo

Aunque habíamos pensado pueblear a nuestras anchas en Querétaro, nos encontramos con la recomendación de tomar un tour para visitar algunos de los viñedos importantes en el municipio de Ezequiel Montes, así como una quesería y la Peña de Bernal. Tomar vino y manejar no sonaba como una buena idea, así que optamos por reservar nuestro lugar para asistir a la visita guiada al día siguiente.

A las 8:30 del domingo llegamos al lugar de reunión y nuestro guía, amable y eficiente pasó a recoger a los otros dos participantes de la visita y partimos hacia Quesos VAI, donde vimos un par de vacas Holstein de exhibición que son una muestra de las más de 120 cabezas de ganado que utilizan para producir la leche de sus quesos. Un recorrido chistoso del proceso de creación de los distintos tipos de queso y una degustación de quesos.

De ahí, nos fuimos a la Peña de Bernal, subimos a la base de la peña y recorrimos el centro del bonito pueblo mágico, que es tan pintoresco como Tequisquiapan, pero no tan grande. Comimos una nieve de vainilla en la plaza central, no logramos ni asomarnos a la iglesia pues era ‘domingo de ramos’ y había más gente formada para acceder a la iglesia que en la plaza completa. Antes de salir nos sentamos a comer unas gorditas de maíz (negro y blanco) rellenas de queso enchilado y acompañadas de un guisado de tu elección, mi favorita fue de picadilo, así como una rica cerveza de barril. Un rato después partimos hacia Cavas Freixenet.

Las Cavas Freixenet estaban más llenas que la iglesia en Bernal y, aunque la visita en si es interesante, tienen todo el show tan mecanizado que eso le resta algo de puntos. No me mal interpreten, las Cavas son muy impresionantes y Freixenet México produce muchos vinos, tranquilos y cava, de gran calidad y en enormes cantidades, lo cual es digno de admirar y a mi me parece excelente. Mi única queja es que se siente un trato de banco grande, como si fueras un número, como si estuvieras viendo un museo, en lugar de una vinícola. Aún así, degustamos un rico vino cava rosado semi-seco, que cuesta $90.00 y que estaba rico.

La visita había ido en aumento y para este punto sólo nos restaba un lugar, los viñedos La Redonda.. que tienen una producción artesanal (i.e. menos de 30,000 botellas por año) y que debo reconocer que no conocía ningún vino de este viñedo y que me dejaron el mejor sabor de boca de todo el día: no sólo porque sus vinos están MUY ricos, sino porque la visita fue significativa y personal: primero la degustación, donde una mujer bien preparada y amable nos invitó a probar casi todos sus vinos: cava, semi-dulces (cava y tranquilo), blanco y tinto.

En segundo lugar, un caballero que claramente conocía sus viñedos (50 hectáreas), se sabía todos los trucos, nos explicó detalles de la plantación de la vid, de sus cuidados, del control de plagas (bacterias, hongos, etc.) y también de otro tipo de plagas mayores como ratas y otros mamíferos, del riego, de su producción, sus metas, su filosofía, en fin... un verdadero conocedor de la tierra, del viñedo y que además parecía estar genuinamente interesado en sumarnos a los seguidores del vino mexicano y su viñedo en particular. A mi me ganó.

Además otro amigo nos dio una visita, parcial, por el proceso de vinificación, aunque aquí no pasamos a sus cavas, pero que fue también instructivo y amable. Mi calificación global para La Redonda es un rotundo diez, considero que están haciendo un gran trabajo y su viñedo es interesante y muy amigable: tienen un restaurante italiano (incluye un horno expuesto de pizzas a la leña) que luce muy bien, aunque no pudimos quedarnos a comer ahí.

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