Así es, ser de segunda[1] es una cosa tan grande que no conoce límites. En las siguientes líneas verá Usted, querido lector, como la indulgencia y la desidia son las perfectas aliadas de la opresión. De la opresión que sufrimos los de segunda.
Cuando uno es de segunda, se queja, se ofende y escucha palabras de apoyo, inventa varios cursos de acción alternativos, pero al final del camino: no hace nada. Uno es indulgente con su opresor y le justifica con cosas como: pues en efecto, no nos cumplieron, nos exigieron más de la cuenta y el esfuerzo y compromiso no fue recíproco, nos están llevando por caminos que no nos gustan, pero están haciendo su mejor esfuerzo y seguro no es su intensión ser mala onda.
Pasa el tiempo y los proyectos (otros) se acumulan, la rutina, los nuevos retos, el cansancio acumulado del semestre, del año, la vida misma. Los amigos, la familia, las reuniones, las juntas de trabajo, los problemas, en fin, todo parece confabularse para lograr un único fin: ignorar que algo tenía que hacerse para remediar ese asunto del libro que nos convirtió, en un tris, en los de segunda. Esto no es la definición de desidia, pero bien podría serlo.
Ahh cierto, seguro le hace falta esta pequeña pieza de información. Mensaje tempranero: "... aquí van los primeros tres módulos formados [son nueve en total]", que en los siguientes días enviarán el cuarto y que X nos manda decir que la fecha límite para entregar el texto a la imprenta es el 10 de noviembre. Es decir, en este mensaje, sin decirlo, nos dicen:
Cuando uno es de segunda, se queja, se ofende y escucha palabras de apoyo, inventa varios cursos de acción alternativos, pero al final del camino: no hace nada. Uno es indulgente con su opresor y le justifica con cosas como: pues en efecto, no nos cumplieron, nos exigieron más de la cuenta y el esfuerzo y compromiso no fue recíproco, nos están llevando por caminos que no nos gustan, pero están haciendo su mejor esfuerzo y seguro no es su intensión ser mala onda.
Pasa el tiempo y los proyectos (otros) se acumulan, la rutina, los nuevos retos, el cansancio acumulado del semestre, del año, la vida misma. Los amigos, la familia, las reuniones, las juntas de trabajo, los problemas, en fin, todo parece confabularse para lograr un único fin: ignorar que algo tenía que hacerse para remediar ese asunto del libro que nos convirtió, en un tris, en los de segunda. Esto no es la definición de desidia, pero bien podría serlo.
Ahh cierto, seguro le hace falta esta pequeña pieza de información. Mensaje tempranero: "... aquí van los primeros tres módulos formados [son nueve en total]", que en los siguientes días enviarán el cuarto y que X nos manda decir que la fecha límite para entregar el texto a la imprenta es el 10 de noviembre. Es decir, en este mensaje, sin decirlo, nos dicen:
- Son de segunda, así que apúrenle a revisar esto que ya formamos.
- Son de segunda, si encuentran errores, avisen pronto, de otra manera su libro saldrá con dichos errores (que probablemente introdujo el editor/formador/o como sea que le llamen) y, por supuesto, ustedes son los autores (de segunda) y serán juzgados por la sociedad.
- Son de segunda, así que no hemos terminado de formar sus nueve módulos y si lo hacemos será muy cerca de la fecha límite para entregar el texto, así que tal vez ya no de tiempo que ustedes revisen todo.
- Son de segunda, punto.
[1] Que triste es ser de segunda
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