1.4.10

[5/6] Sierra Gorda

“Juan: son las seis de la mañana, duérmete otro ratito” fue lo único que pude decir al escuchar la alarma de su reloj. “OK” contestó, creo.

El plan era salir a las ocho de la mañana del hotel, avanzar unas dos o tres horas y buscar algo para desayunar.

A las 6:30 Juan ya estaba bañado y listo para salir. Será una larga espera pensé, pero me levanté, me bañé y a las 0700 horas tocábamos en el cuarto de las niñas: todas dormían, excepto Isa que ya estaba casi lista. Si, si, Isabel y Juan Manuel son hermanos, ¿cómo lo adivinó?

Bajé al restaurante, mi kindle en una mano, la otra estirada pidiendo café... “En 10 minutos joven”, nos fuimos de ahí a las 8:15 y nunca obtuve mi café. ¿Ya les comenté que en Querétaro el servicio es, en general, lllllleeeeennnnntttttooooo?

Pagos, facturas y nos fuimos. Primera parada: gasolinera en la salida de Querétaro, café en la tienda de auto-servicio de la gas... de maquinita, ni modo. Yo creo que me veía muy mal, porque la dependienta de la tienda me dijo: -- ¿quiere café? -- Si, ¿cómo lo notó? -- Mejor vayan al otro lado de la gasolinería, ahí está un Itallian Coffee -- Bueno, gracias.

Latte grande triple y pastel de zanahoria para mi, “prontowwwWWW”... Ya ni me enteré que pidieron los demás. Cinco minutos después y lleno de felicidad (café y pastel), nos subimos a la Cheyenne y nos lanzamos a la aventura.

De la hospitalidad en Pinal de Amoles

Antes de llegar a Jalpan y después de un par de horas de curvas muy rudas en la carretera, llegamos a Pinal de Amoles y como queríamos desayunar, pues entramos al pueblo, visitamos (para variar) la iglesia que está mona, pero nada del otro mundo... encontramos una exposición de fotografías a medio montar de toda la zona y preguntamos donde comer. Nos dirigieron a la fonda “La Güera”, donde después del clásico intercambio: -- Buenos días, ¿está abierto? -- Si, pásenle muchachos, ¿qué van a querer? -- ¿Pues qué tiene? -- ¿Pues qué quieren? Tengo carne, cecina y costilla o huevitos y café.

Perfecto.

Para mi: cecina con frijoles, jugo de naranja, café (de olla) y un pan. Para los demás, cosas similares. Yo avisé que había que comer, pues quien sabe a qué hora lo podríamos hacer nuevamente. Medio en broma, pero como diría mi madre: tuve boca de profeta.

Después de salir de con “La Güera”, donde la Doña que atendía, nos encantó: amable, simpática y bien derecha. A la hora de pagar la cuenta, llegó con una pluma que le ofreció a Fer, diciendo: “A mi me salieron $365, pero no estoy segura” y procedió a decirle los precios de las cosas que nos habíamos comido. La suma de Fer fue de $313 y la Doña Güera bromeó que ya nos quería robar y le pagamos los 313 + 50 pesitos de propina. Con su bendición y una cajita de chicles nos envió a visitar ríos y otras bellezas naturales de la zona, rechazando quedarse con Juan Manuel como su ayudante (no le iba a dar el ancho dijo).

Río Escanela y la cascada Puente de Dios

Después de un intento fallido que nos llevó 30 minutos de recorrer ida y vuelta parte de un camino/carretera incorrecto, porque “eso” de los anuncios oportunos en las carreteras a esta altura no es “lo suyo”, llegamos a la desviación para el río Escanela. Una entrada poco prometedora de tierra nos fue adentrando lenta e inexorablemente al monte, serpenteando y bajando todo el tiempo, la humedad en aumento.

Era claro que era el camino correcto, ¿o no?

Si, resultó que si lo era, pero más de una vez, la primera como a los 30 minutos de brincos y sufrimiento por el sinuoso y horrible camino lleno de piedras y desolación, nos preguntamos si sería el correcto, ¿es posible que la carretera anterior, que no iba a ningún lado, estuviera pavimentada y en mejores condiciones que esta que te lleva a una de las bellezas naturales del estado, anunciada en TODA posible guía turística? Por supuesto es posible, esto es México y así se hacen las cosas: mal.

Eso o en el otro camino están las cosechas de narcos, que seguro son más rentables que el turismo que llega al río.

Después de unos 45 minutos llegamos a una acumulación de automóviles amontonados en ambos costados del camino que, por cierto, era doble sentido aunque sólo cabía uno en realidad. Era demasiado pedir no encontrarte a nadie en el sentido contrario en una hora de camino a -25 Km por hora (sí, dice “menos veinticinco”), así que cuando eso ocurría había que empujar al otro, o regresar uno hasta alguno de los pocos, poquísimos puntos (en las curvas principalmente) donde cabían dos autos y pasar o permitir el paso del otro.

Estrés.

Al fin llegamos, buscamos un lugar para estacionarnos esperando que no se cayera al barranco la camioneta porque estaba en la orilla y que los “otros” fueran lo suficientemente hábiles para pasar en el reducido espacio que quedaba atrás. Estacionado tipo chilango pues, como hacen muchos académicos en los estacionamientos de CU: que se ponen en cualquier lugar, como en las banquetas, en las curvas y cualquier otro lugar que no está permitido, pero donde “su habilidad” les permite. Claro que aquí con el atenuante que NO había de otra: imaginen un camino de tierra de 4 metros de ancho (esta era la parte más amplia), de un lado barranco, del otro la pared del cerro: ¿en batería o paralelo? Paralelo suena mejor, lo se, pero no había espacio así que quedé medio en batería y medio en paralelo.

“¡Ahí está! “ es lo único que escuché y Juan Manuel después de eso, ya iba corriendo hacia el río, como unos 10 metros abajo. La verdad es que no se veía como la gran cosa, el ancho del río en este punto era como de unos cinco metros y su profundidad como unos cinco también, pero ¡cinco centímetros!

Esto no puede ser todo, me dije a mi mismo, así que caminé hasta donde había más gente que parecían locales. Inmediatamente un señor llamado Guadalupe me dijo: -- ¿Va a querer guía? -- Supongo que si, pero ¿para qué oiga? -- Ahh pus pa’ver el puente de dios.

Fiu, ¡hay más que ver!

Pues si, hice trato con el señorcito y le dije que esperara cinco minutos en lo que íbamos a buscar a Juan Manuel que había bajado al río. :-P

Ya está, tenemos un plan, Nuri se cambió en la camioneta porque decidió que shorts y guaraches no eran apropiados. Ya con pantalones y tenis, regresamos a buscar a Guadalupe.

Nos interceptó un joven que también tenía gafete de guía y nos preguntó que si queríamos guía, le dije que ya teníamos apalabrado al Don y en eso lo veo, al otro lado del camino: “Ese, ese que va allá, ese es nuestro guía” mientras señalaba orgulloso al señorcito en cuestión. Joven me sacó de mi error diciendo: “Ay no, ya va guiando a otro grupo...”.

En serio que por eso quiero a los perros: ellos si son fieles, no como estos traidores.

De acuerdo, “¿tu nos llevas?”, pregunté aún con lagrimas en los ojos por la traición. “No, yo soy el líder de guías, pero los lleva él”, dijo mientras jalaba de la manga de la camiseta a otro aún más joven, como de quince años. Negociamos el precio y seguimos al guía.

Estos guías necesitan un curso en buenos modales, como a la mitad del camino, nos preguntábamos si era mudo. “No, ¿cómo crees? Yo creo que si habla”, “pero no ha dicho una sola palabra en todo el trayecto” y así era la discusión, hasta que lo escuchamos decir: “esperen” y, luego de dejar pasar al grupo que venía de regreso, nos hizo una seña para continuar.

Misterio resuelto, nuestro guía no es mudo. Solo un poco penoso y no quiere hablar con nosotros.

No hablaba, pero el maldito parecía cabra: brinco aquí, brinco allá y hacía parecer fácil el avanzar por el camino y sobre las piedras o alguno de los siete puentes que había para cruzar de un lado a otro del río. Les llamo puentes por no ser despectivo, porque en realidad eran dos troncos sobrepuestos entre rocas, con unas tablas chuecas clavadas a manera de escalones.

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En la fotografía pueden apreciar uno de los “puentes” a nuestros pies, en el centro, a Fer y su servidor y amigo posando, felices aún, pues este era el primer puente y hasta aquí había sido un recorrido muy sencillo. Al fondo, en la izquierda pueden “sentir” que hacía calor (Juan Manuel ya se estaba desnudando), a la derecha y arriba pueden ver unas “plataformas” con baranda que instalaron para cruzar unos treinta metros complicados de río.

Nuri estuvo a punto, sólo a punto, de rendirse, de tirar la toalla. “Así yo no puedo” repetía, “sin cuerdita yo no paso, no se vale, debieron avisarnos” se quejaba ya sobre las plataformas, pues a la mitad de estas les faltaba la cuerda que hacía de pasa manos. Debo reconocer que no ayudaba tanto la cuerda, pero el efecto psicológico era relevante. Después de un par de empujones y proponer ayudarnos, continuamos. A Fer le tocó la mochila y a mi la mano.

Se suponía que yo habría de ayudar a Nuri en los pasos “difíciles”. Vil especulación.

Más de una vez fue ella, Nuria, quien me detuvo y evito que azotara cual res, destruyendo, probablemente de manera irremediable uno de los cuerpos más bellos que la humanidad ha visto. :-P

El camino por el río resultó complejo y difícil: varias vueltas y cambios de lado para avanzar a lo largo del río hasta el puente de dios. Nos llevó cerca de una hora llegar ahí, pero lo logramos.

Está bonito y se los recomiendo ampliamente. En las fotografías, abajo, el puente de dios, las cascadas que caen por unos “tubos” naturales en el monte, Fer, Juan y Jon Doe (en los shorts rojos).

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Lindo, lindo, pero. Es triste que siempre haya peros, pero... Deberían poner atención los de la Secretaría de Turismo y dar buenas recomendaciones: distancia, tipo de ropa, qué esperar, quiénes si pueden y quiénes NO deben intentar el recorrido, etc. En estos lugares uno se encuentra cada cosa: ballenas cargando una hielera llena de chelas y aventándose unos clavados de panzazo, unas niñas posando en biquini sobre las piedras (esto no estaba tan mal, pero seguro habrá quienes se ofendan), gente en chanclas (en serio el camino estaba para botas, pero de menos tenis), mucha ropa, poca ropa, un cuate que no se veía tan en mala condición, seguro aguantaba el camino, pero estaban tan grande que apenas pasó por un par de hoyos estrechos en el recorrido y, eso fue de lo poquito que nos tocó ver.

Unos 45 minutos el camino de regreso, nos despedimos del guía que ni “adiós” dijo, esperamos a que Nuria se cambiara porque terminó con el pantalón un “poquito” sucio. Una hora de regreso a la carretera por el camino de terracería. Una hora y media más de carretera sinuosa y como a las 1700 horas entramos a Jalpan.

Pero no nos detuvimos... dijimos: vamos al hotel, que está “afuerita” de Jalpan: un baño y decidimos qué hacer.

Bueno, vamos.

De la hospitalidad en Jalpan

Hotel Balneario Ayutla: groseros, nefastos, inútiles y además no cumplen con nada de lo que prometen en su página: la alberca está sucia y sin agua, los cuartos se están deshaciendo (¿termitas?), el aire acondicionado son ventiladores de techo que hacen mucho ruido y, al menos en la villa que nos dieron, solo funciona uno de dos. Más luz que a la intemperie, ni siquiera fueron para poner unas sabanas a manera de cortinas. No hay agua caliente. Había un mueble para poner la TV y algunos contactos eléctricos, pero no había TV y tampoco SKY que prometía su página.

“Estamos a unos minutos afuera de Jalpan... “ decían, dando a entender que estaban cerca: eran unos 30 minutos a 100Km por hora. Por supuesto, con las curvas y la habilidad sin límites de los locales y visitantes para manejar en carretera, eran unos 45 a 60 minutos.

(Me había prometido no quejarme mucho en estos relatos, pero no puedo: ¡Que mal manejan en Querétaro! Si mi padre viviera y hubiera estado allá, se la hubiera pasado gritando: “Al menos saca la lengua ¡idiota!”.)

Teníamos hambre, así que después de quejarnos unos minutos del estado del hotel y la villa, fuimos a buscar el restaurante del hotel: uno de esos restaurantes con tema taurino, con cabezas de toros disecadas colgando de cuanta pared era posible, no era bonito (mesas y sillas de plástico), pero tampoco estaba mal: a comparación de la villa se veía limpio, estaba en relativo buen estado, encontramos una carta que además decía que era barato. El principal problema es que, ¿como le explico? ¡Estaba vacío! No cocineros, no meseros, no cajero, ¡nadie!

Después de intentar preguntar quién nos podía atender y no obtener respuesta, nos trepamos a Cheyenne nuevamente y regresamos a Jalpan.

Comimos en un lugar en Jalpan, La Carreta, que estuvo bien, aunque el servicio, para no variar, algo lento. Amablemente nos permitieron dejar a Cheyenne en su estacionamiento mientras íbamos a visitar el centro del pueblo y la Misión de Santiago de Jalpan.

Parte de la noche la utilizamos para encontrar un nuevo hotel. Caminamos alrededor del primer cuadro, comimos helado en una de las varias Michoacanas (el de vainilla estaba bue.ní.si.mo) y luego un latte doble para el camino, pues tenía que echarme los 28Km de regreso hasta el hotel... “horrible hotel Ayutla”, que es su nombre completo: NUNCA se queden ahí, en serio, nunca, basura de hotel.

Por cierto, encontramos otro hotel para la siguiente noche, la del viernes: hotel María del Carmen, en el centro de Jalpan, aunque antes tuvimos que lidiar (tuvieron: fue idea de las chicas y ellas se encargaron) con la imbécil en la recepción, después de repetirle veinte veces que queríamos quedarnos un día.

La misión de Santiago de Jalpan de noche

Ya estábamos ahí, así que decidimos ir a visitar la misión de Santiago de Jalpan, una de las cinco misiones franciscanas declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 2003. Estaban velando a Yisus una buena parte de los más de 4,500 habitantes de Jalpan, como cincuenta. Pero de cualquier forma pasamos y vimos el interior con todas las imágenes de santos tapadas (porque están de luto, hasta el domingo ‘de resurrección’)... nada del otro mundo, en realidad. Sin embargo, la fachada de la misión y, en parte, su arquitectura externa son MUY impresionantes: colores vivos, distintos a la mayoría de las iglesias y misiones típicas en la región.

Por cierto, en esta misión, sustituyeron una imagen de Santiago, por un reloj que está bien dos veces al día a las 2:47 am y pm.

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Regresamos al hotel, al horrible hotel Ayutla, con su pésimo servicio, pero con un cansancio que hacía tolerable dormir ahí. Por cierto, días después Juan descubrió que el sitio del hotel ese ya no existe y que está a la venta.

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